jueves, 17 de diciembre de 2009

Capítulo III - Pesca Submarina competitiva.

La invitación.

A mediados de 1971, Audas decidió empezar a preparar y seleccionar competidores para concurrir al Campeonato Sudamericano de Caza Submarina, que se realizaría en abril del siguiente año en Puerto Madryn, Argentina.
Como el grueso de los competidores que ese año habían competido internacionalmente, habían decidido no participar (nunca tuve claro el porqué), a los que éramos nuevos en el club, nos invitaron a participar, para cubrir esas ausencias.
Al principio no estaba claro como se iba a encarar la preparación, el que llevaba la iniciativa era Pacha Giuria, luego se incorporó Ego Tato, que era que era Profesor de Educación Física, Salvavidas, y había formado parte del equipo que había ido a esa competencia en Iquique, Chile.
Se planificó la preparación teniendo en cuenta los aspectos de estado físico, adaptación al medio acuático, y la caza de peces.

Entrenamiento.

Empezamos a asistir a la pileta del Club Banco República, tres veces por semana, el entrenamiento consistía en nadar con el equipo básico por la superficie, alternando con inmersiones en apnea de 50 metros, 2 piletas ida y vuelta, controlando el tiempo máximo que aguantábamos, en mi caso llegaba a los 2 minutos, con un recorrido ida y vuelta, más unos metros adicionales porque me sobraba aire.
Fuera de la pileta estaba Tato observando y dando las indicaciones del trabajo a realizar, y Pacha como asistente.
La apnea la practicábamos en forma sincronizada, arrancaba uno y cuando llegaba al otro extremo de la pileta para pegar la vuelta, arrancaba otro, y nos cruzábamos en el medio de la pileta, y así sucesivamente, cuando uno completaba el tiempo de apnea, descansaba hasta recuperarse, y arrancaba nuevamente.
En una de las prácticas tuvimos una fatalidad con final feliz, me crucé con RobertoTurcatti cuando el volvía, yo seguí hasta el final de la pileta, pegué la vuelta y al salir a la superficie, me encontré con tremendo alboroto, se habían dado cuenta que en el último tramo Roberto había quedado paralizado, la sacaron de la pileta, estaba violeta, duro sin poder respirar, le dieron unos sopapos para que reaccionara, y finalmente su cerebro dio la orden a los pulmones de aspirar, y pudo recuperarse, realmente quedé impactado con la situación, y me sirvió para tomar conciencia de que en un afán de llegar a más, podemos perder para siempre.

Prácticas con fusil.

Con el fin de practicar tiro, empezamos a ir a la Laguna de Lagomar, para poder hacerlo con peces menos corpulentos, se me ocurrió la idea de fabricar arpones más finitos, conseguí acero de resorte de 5 mm, bien rígido, y con ello fabrique dos para el fusil Rene Cabalero, realmente fue un acierto, ya que podía tirarle a cualquier tamaño de pez.
Con el mismo fin fuimos a la Paloma (Rocha), realizamos inmersiones el 30/9 y 1/10/1971, en la zona de la Balconada, al oeste del faro, uno de los lugares más interesantes para la práctica del submarinismo, por su característa, ya que hay como un arrecife de rocas que emerge del fondo a unos 50 metros de la costa, y llega cerca de la superficie, las condiciones de visibilidad fueron buenas en las dos inmersiones, pero los peces faltaron a la cita, lo único que pude arponear fue un chucho.

Isla de Lobos (21/11/1971) – Primer evento de competencia.

Se estableció que debían realizarse dos eventos de competencia en Isla de Lobos, para determinar por puntajes, quienes clasificarían para asistir al evento.
En principio la preparación fue individual, y nos empezamos a asesorar sobre el equipo que debíamos llevar, ya que estábamos acostumbrados a cazar saliendo siempre de la costa, y en la modalidad de ir recorriéndola.
Aquí el sistema era distinto, se contrataba una embarcación mediana, donde íbamos todos los competidores más el fiscal, que se anclaba a una distancia aproximada de 300 metros de la isla, alejados de el agrupamiento de lobos, donde la profundidad oscila entre 13 y 8 metros, y desde la embarcación competidores se meten todos en el agua, obviamente alejándose de la embarcación, en distintas direcciones, de tal manera de no estorbarse.
Se nos recomendó llevar una boya de apoyo, que entre los varios usos, iba a servir para marcar nuestra posición, apoyarnos en caso de estar cansados, asir un segundo fusil, y colgar un porta-peces protegido dentro de una malla.
Este último por seguridad, ya que usar un porta-peces asido del cinturón de lastre, implica para el buceador, el riesgo de que los lobos vengan a atrapar los peces, y pueda ser mordido. El que esté protegido dentro de una malla, reduce la posibilidad de “robo” por parte de los lobos.
Las ideas de cómo armar estos nuevos accesorios, las dió Ricardo Giuria, que era en esos momentos uno de los competidores de primera línea, compré una pelota de plástico naranja de unos 30 cm de diámetro, le tejí una malla envolvente con tanza de pesca, y en la parte inferior de la malla, le puse un gancho de “perro”, de la que engancharía el porta-peces, la bolsa protectora, y un fusil de repuesto. La bolsa protectora la copié de la que se había hecho Ricardo, consiste en dos alambres galvanizados de 5mm, de unos 30cm c/u, curvados formando dos medios-aros, y en los extremos unidos en forma de bisagra, imitando las mandíbulas de tiburón, la que oficia de boca de una bolsa de red, el centro del armazón se engancha del gancho de perro, junto con el porta-peces, que queda colgando dentro de la bolsa de red.
Llegó el día, y nos trasladamos en ómnibus hacia P.del Este, la mayoría en el mismo coche, en el puerto nos encontramos con el resto de los participantes, se cerró con el propietario y capitán de la embarcación, y zarpamos hacia la isla con Eduardo Espiñeyra, Alberto Garcia, Ricardo Giuria, Dilamar Izquierdo, Jorge Machado, Roberto Turcatti, los hermanos Osvaldo y Roberto Valla, y Pacha Giuria como comisario.
Ni bien salimos de puerto, pude apreciar que las masas de agua cristalina, pero de distinta tonalidad de verdes, no se mezclaban, se podía apreciar hacia el fondo como si fueran gelatinas de distinto color que tenían paredes limitantes.
En el camino, ya nos íbamos poniendo el equipo de neoprene, el cuchillo a la altura de la pantorrilla, el cinturón de lastre, preparé los dos fusiles de gomas, armé la boya con el porta-peces, la bolsa de red, y una cuerda arrollada de 12mt. con una plomada en el extremo, a manera de “ancla”.
La embarcación ancló al NE de la isla, me puse las patas de rana la máscara y el snorkel, lancé al agua la boya con los accesorios y enganchado el fusil Rene Cavalero 80 una goma, quedándome con la plomada en la mano, e inmediatamente me metí con el otro fusil Lasnier 100 doble gomas.
La visibilidad era impresionante, la profundidad oscilaba en unos 10 metros, desde la superficie se podía distinguir el fondo, hice varias hiper-ventilaciones, y me sumergí hacia el fondo, por suerte pude descomprimir los oídos con la maniobra de Valsalva, que consiste en pinzar la nariz con los dedos, cerrar la boca, e intentar un soplido, sin dejar escapar el aire, y sentí un chasquido en ambos oídos, y un afloje de la presión exterior.
Luego continué a más profundidad, con la maniobra de “deglutir”, con lo que puede llegar al fondo y disfrutar sin ningún contratiempo, a esa profundidad el fondo no era muy atractivo, pero en la medida que me iba acercando a la isla, y el fondo estaba a menor profundidad, el paisaje pasó a ser más atractivo, y empezaron a aparecer “lobitos”, que cuando se me venían encima, los ahuyentaba como me habían recomendado, “pinchándolos” con la punta del arpón.
Pude arponear algunos peces Chanchito, pero tuve dos problemas, ya cerca de la isla, con una profundidad que oscilaba en los 3 mt., al arponear uno de ellos, como en los anteriores al sacarlos del arpón tenía dificultades porque la punta era más gruesa, y la aleta se trababa dentro del cuerpo, decidí desenroscar la punta, pero al maniobrar se me cayó hacia el fondo, vi como cayó y memoricé el lugar, terminé guardar la pieza en la bolsa, y cuando miro para abajo, ya no se veía más la aleta brillosa de acero, me sumergí, y no la encontré, el paisaje era todo parecido, a pesar de lo cerca de la isla, mientras maniobraba con el fusil y el pez, la corriente me seguía llevando hacia el oeste, sin que lo percibiera, colgué este fusil en la boya, y tome el otro, y seguí disfrutando del maravilloso fondo marino.

En esas circunstancias me encuentro con Jorge, me hizo señas de que se encontraba mal, había vomitado, e iba a buscar una roca que sobresaliera del agua para descansar y recuperarse, ya que había intentado volver a la embarcación, pero no tenía fuerzas para nadar contra la corriente.
Yo seguí recorriendo el fondo, y subiendo veo otro pez delante de una roca, le tiro pero erré, y el arpón impactó contra la roca, con tal fuerza, que se quebró en su parte trasera, por lo que quedé “desarmado” para seguir la competencia.
Después de disfrutar bastante de la danza con los lobitos, y el paisaje, decidí volver a la embarcación para ver como podía solucionar el problema de los fusiles, saco la cabeza del agua, y la busco en el horizonte pero no la veo, se había levantado olas pequeñas, que no me la dejaban percibir, en una de las subidas, logro percibirla, como a 300 mt., muy pequeña, entonces puse el fusil en la boya, até la cuerda al cinturón, y empecé a nadar hacia la embarcación, en contra de la corriente, el esfuerzo era tremendo, cada vez que paraba para descansar, perdía casi todo lo que había avanzado, cuando estaba a unos 200 mt., empecé a hacerles señales elevando un fusil, moviéndolo como las escobillas del parabrisas, gritando, pero no advertía respuesta, en una de las paradas, me encontré nuevamente con Jorge Machado, que había recuperado fuerzas, y estaba en el mismo intento que yo, pero bastante desanimados, seguí nadando, y en determinado momento veo a lo lejos que la embarcación estaba más cerca, y desde la misma me hacían señas, entonces puse el máximo de mis fuerzas, y a pesar de toda la carga que arrastraba, y la corriente en contra, pude llegar finalmente a la embarcación, que también se había acercado, pero con el límite del riesgo de ser llevada por la corriente hacia una zona de rocas esparcidas, que llegan casi hasta la superficie. Me recogieron y me tiré en el piso de la embarcación, en eso siento que tienen que salir urgente de la zona porque los arrastra la corriente, ahí me percato que Jorge había quedado por el camino, entonces les aviso, pero como la situación era muy riesgosa, Ricardo en forma solidaria se tiró a socorrerlo, y llevarlo a favor de la corriente hacia el otro lado de la isla, donde la embarcación los esperaría, pero ya sin riesgos. Así sucedió, y fue una alegría verlo recuperado a bordo.
Ya en la zona oeste de la isla, mas protegida del viento y la corriente, decidí tirarme nuevamente, afortunadamente había un fusil de repuesto Nemrod oleo-neumático que me lo prestaron, me sumergí con él, sin la boya y el porta peces, no tenía cargador, así que sólo podía atrapar una pieza que valiera la pena, y si erraba, debería usar el fondo de apoyo para volver a cargarlo.
En esta segunda inmersión, había recuperado la tranquilidad, y bajado mi ansiedad, recorría disfrutando el paisaje, que era distinto al del otro lado de la isla, sin darme cuenta me acerqué demasiado a la costa, ya divisaba a 8 metros rocas que sobresalían del agua, entonces ví como un lobo de más de dos metros de largo, se sumergió desde una de ellas, y empezó a venir hacia mí, su porte y mirada era impresionantes, yo me detuve, me puse en forma vertical, y empecé a aletear hacia atrás, sin dejar de mirarlo, apuntándole con el fusil en forma simbólicamente, ya que por su tamaño, lo único que podría intentar es tirarle a la cabeza si llegaba a un metro de distancia, afortunadamente al ver que yo retrocedía, este macho me dejó ir, supongo porque se dio cuenta de que dejaba de ser un invasor de su territorio, y no corrían riesgos sus hembras.
Ya había perdido la tranquilidad, y después de un tiro fallido, pude atrapar una pieza, dí por terminada la jornada, volviendo a la embarcación.
Después de volver a puerto, se pesaron las piezas capturadas, y quede cuarto en la clasificación, de un total de 9 competidores, mis capturas fueron 5 Chanchitos y 1 Sargo. Los experientes Ricardo y Dilamar tuvieron muy buenas capturas, los nuevos hicimos lo que pudimos.
Conclusión: El bucear por primera vez Isla de Lobos, en esas condiciones de visibilidad, fue una experiencia espectacular, mis condiciones físicas me ayudaron a disfrutar a pleno la jornada, y a superar el percance de dejarme llevar por la corriente.
Si bien se trataba de una competencia, la mayoría del tiempo me dediqué a disfrutar del paisaje, si bien tenía que cazar peces, por una cuestión de orgullo con atrapar algunos para no hacer un papelón, era suficiente.
Fueron de mucha utilidad los consejos en cuanto a el equipo a utilizar, como manejarnos con los lobos, pero quedó en el debe que no hubo advertencia sobre el peligro de las corrientes.
Lo que debía corregir, era que había que tener arpones de repuesto, no desenroscar la punta de estos, y nunca más salir desde una embarcación, a favor de la corriente.

Entrenamiento físico – Playa Carrasco

Después de la experiencia en Isla de Lobos, se incorporaron otros submarinistas, y comenzó el entrenamiento físico, el mismo lo realizábamos en playa Carrasco, aprovechando que Tato estaba ahí de guardia en el puesto de salvavidas, a la altura de la calle Nariño.
Arrancamos un sábado, y seguimos entre semana de tardecita, y terminaba más temprano mi trabajo de hacer trámites en juzgados y oficinas públicas, llegaba a mi casa de la calle Lombardini, agarraba el bolso, y me iba en mi Honda 50.
El entrenamiento consistía en correr en arena firma 50 metros hacia el oeste, luego subir a los médanos y correr hacia el este 100 metros, bajar a la arena firme y correr hacia el oeste hasta
llegar al punto de partida, ahí teníamos que hacer cinco lagartijas, y levantar pesas cinco veces. Las pesas consistían en un caño galvanizado de 1 pulgada, en cuyos extremos habían lastas de galletitas (aquellas de 30 x 30 con ventana de vidrio redonda) rellenas de hormigón.
Se descansaba cinco minutos, y se volvía a realizar todo el circuito, las primeras veces, después de repetir un segundo circuito, mis piernas quedaban como agarrotadas, y casi no podía seguir corriendo.
Después de completar este ejercicio durante 5 veces, nos hacía poner el equipo básico, y nadar paralelo a la costa hasta la altura del Hotel Carrasco y volver, a esta altura los días de semana ya era de noche, y era una experiencia inédita para mí.
Para antes de la segunda competencia, fuimos con Tato y otros compañeros a la laguna de Lagomar (18/12/1971), para realizar pruebas de apnea en profundidad, colocamos una boya en la zona central y estuvimos practicando hasta 8 metros, más no podíamos seguir por las algas que emergían del fondo, bajábamos acompañando la cuerda por turnos.

Isla de Lobos (26/12/1971) – Segundo evento de competencia.

Esta segunda etapa de competencia en Isla de Lobos fue una experiencia muy distinta a la anterior, prevenido por los problemas de la vez anterior con las corrientes y el equipo, tenía que elegir bien la zona a operar, y para las arbaletas, llevé un arpon adicional, que yo mismo confeccioné en hierro trasfilado, y con la punta hecha en la misma varilla, lo que facilitaría la extracción de la presa, perdí potencia por menor peso de la masa, pero gane en practicidad.
Se incorporaron nuevos participantes, y de la vez anterior, solo repetimos Ricardo, Dilamar, y yo.
Las condiciones atmosféricas no eran muy favorables, lo que nos obligó a estar muy alejados de la isla, y bucear a mucha profundidad, agravado por la insuficiente cristalinidad del agua, estaba semi-tapada, no se podía ver el fondo desde la superficie, entonces para llegar a los peces había que sumergirse hasta el fondo a unos 10 metros promedio, y quedarse quieto hasta que la pupila se adaptara a la poca luz que llegaba, ya que la mayoría la absorbían las partículas en suspensión.
Esa semana me había resfriado, pero no podía perderme esta competencia, por lo que sin excusas la encaré ignorando que mi estado de salud no era el mejor.
Debido a que los peces no se veían desde la superficie, había que ir hasta el fondo para ver si encontraba alguno, esto hacía que la mayoría de las inmersiones eran sin resultado, entonces era descansar un minuto y volver a sumergirme.
Desde el principio tenía dificultades para descomprimir, y el dolor en los tímpanos era cada vez más pronunciado, hasta que empecé a notar que cada vez que volvía a la superficie dentro de la máscara tenía un poco de líquido medio amarronado, no le daba importancia, pero se reiteraba, hasta que me dí cuenta que era sangre, como estaba cerca de la embarcación, Tato observaba mis maniobras de desagote en cada emersión, y me grito preguntando que me pasaba, le dije que lo que tenía, y se arrojó al agua, se acercó confirmó lo que me pasaba, y pensando de que me quedaban pocas fuerzas, me indicó que apoyara mi mano en su hombro, que me iba a remolcar hasta la embarcación, y me vería el médico que estaba a bordo, aunque hubiera preferido seguir buceando, así lo hice sin discutirlo, no porque fuera mi entrenador, sino porque lo sentía como líder natural, y ello implicaba que se terminaba mi competencia en esa jornada.
Ya en la embarcación, busque al Dr.Chiesa y lo encontré tirado en un camarote, con el traje de neoprene puesto, había estado buceando y el movimiento primero de la embarcación y luego del agua, le había provocado vómitos, estaba peor que yo. Más tarde me revisó y su diagnóstico primario era que había afectado los tímpanos.
Al retornar rumbo hacia la península, se levantó viento fuerte de este a oeste, la embarcación navegaba a favor de las olas hacia el este, pero cuando pasamos la península, tuvo que virar al norte hacia la bahía, y las olas empezaron a rebasarla, como yo seguía con el traje puesto junto con otro de mis compañeros (creo era Juan Formoso), en la distribución de carga nos toco ir en la parte abierta de la embarcación, cerca de la popa, las olas que venían de costado nos caían encima, y como que nos sacaban del asiento, tuvimos que aferrarnos a él varios minutos, para que no nos llevara.
No hubo que pesar nada, ya que la única captura fue un Sargo que arponeó Juan Formoso, y en la clasificación general por puntaje, teniendo en cuenta capturas y presencia, quedé tercero, atrás de Ricardo y Dilamar, primero y segundo respectivamente.
Dos días después me revisó el Dr.Chiesa en su clínica, confirmó el daño en uno de mis tímpanos, y me recomendó que en adelante, empezara a tomar Sinutab 12 horas antes de cada inmersión, lo que despejaría todas las vías respiratorias, y esos pequeños “vasos”, que en definitiva fueron los que no me permitían descomprimir.
Para saber si realmente estábamos preparados para ir a la competencia, faltaba la experiencia en un lugar más exigente, y con condiciones distintas a las que estabamos acostumbrados los nuevos, por lo que se organizó una ida de todos los involucrados a Imbituba, a 100 km de Florianopolis, Santa Catarina.
Antes de partir realizamos un nuevo entrenamiento en el Lago Lagomar (2/1/72), fuimos con con Tato y otro compañero, practicamos apnea de profundidad y seguimos sacrificando
Castañetas.
En próxima publicación me relataré sobre esa ida "épica" al vecino del norte.